Los niños, al igual que los adultos, pueden experimentar ansiedad, tristeza, frustración o dificultades para manejar sus emociones. Algunas señales de alerta pueden ser cambios en su comportamiento, dificultades para relacionarse con otros, rabietas intensas y frecuentes, alteraciones en el sueño o la alimentación, problemas en la escuela o expresiones de miedo o angustia persistentes.
Si notas que algo le está afectando y no sabes cómo ayudarle, la terapia puede ser un apoyo importante.
Sí, es completamente normal que los niños tengan momentos de frustración o enfado.
Sin embargo, si estos comportamientos son muy intensos, frecuentes o interfieren con su bienestar y el de la familia, podría ser útil explorar qué los está provocando y cómo ayudarle a gestionarlos mejor.
Los niños no siempre expresan lo que sienten con palabras, pero sí a través de su juego, sus dibujos o su comportamiento. En terapia, utilizo herramientas adaptadas a su edad, como juegos, cuentos y dinámicas, que les permiten comunicar lo que sienten de manera segura y natural.
Es cierto que algunas dificultades pueden resolverse con el tiempo, pero si el malestar de tu hijo/a persiste o está afectando su vida diaria, intervenir a tiempo puede prevenir que el problema se haga más grande. En terapia, no solo trabajamos los síntomas, sino que le damos herramientas para fortalecer su bienestar emocional a largo plazo.
Es importante que tu hijo/a entienda que ir al psicólogo no significa que haya algo malo en él/ella, sino que es un espacio donde aprenderá a sentirse mejor y manejar sus emociones de una manera más fácil. Puedes explicarle que, así como vamos al médico cuando nos duele algo en el cuerpo, el psicólogo nos ayuda cuando algo nos preocupa o nos hace sentir mal por dentro.
La familia es clave en el proceso terapéutico. A lo largo de las sesiones, recibiréis orientación y herramientas para comprender mejor a vuestro hijo/a y acompañarle en su crecimiento emocional. Se trata de generar un entorno más seguro y comprensivo para su desarrollo.
Cuando un/a niño/a inicia terapia, el proceso pasa por varias fases. Primero, realizo una entrevista con los padres/madres para conocer sus preocupaciones y, si es necesario, también recojo información del colegio con su consentimiento. Luego, evalúo al niño/a mediante herramientas adaptadas como juegos y dibujos para comprender mejor sus emociones y pensamientos.
Tras algunas sesiones de vínculo, desarrollo una hipótesis sobre la causa de sus dificultades y establecemos conjuntamente objetivos terapéuticos.
En la intervención, se aplicarán estrategias personalizadas para mejorar su bienestar emocional y comportamiento, con la participación activa de la familia. Finalmente, en la fase de prevención de recaídas, trabajaremos para consolidar los avances y evitar futuras dificultades.
Si crees que tu hijo/a podría beneficiarse de la terapia, el primer paso es agendar una consulta. Juntos/as exploraremos qué le está afectando y cómo podemos ayudarle a sentirse mejor.